29 mayo, 2007

La herida abierta del cambio climático

Fuente: 20minutos

El cambio climático ha causado estragos en la selva nicaragüense, uno de los pulmones del mundo, y mantiene a sus habitantes al borde de la hambruna y en peligro de aislamiento por la sequedad de los ríos, sus únicas vías de comunicación.
Ríos en proceso de coagulación, ausencia de fauna autóctona, grandes extensiones taladas, desesperados buscadores de migajas de oro, cazadores furtivos de cocodrilos y miseria humana conforman el paisaje y son consecuencia, directa o indirecta, del cambio climático.
"Nosotros somos parte de la naturaleza, cuidamos la selva y nuestro río estaba antes lleno, no había problemas para navegar, disponíamos de agua fresca y limpia, nuestras cosechas eran ricas y nuestros niños no sufrían las enfermedades que ahora padecen, por lo que no teníamos que pedirle nada a nadie".
Esta declaración fue emitida, en idioma mískitu, por Vidal Osornos, presidente del consejo de ancianos de la comunidad de Ratai, durante una reunión de líderes nativos.
Ratai es una de las comunidades, habitadas unas por Mayangnas y otras por Mískitus, incluídas durante un recorrido naval de casi 400 kilómetros que formó parte de una expedición técnica de la organización internacional de ayuda humanitaria OXFAM y sus socias nicaragüenses Centro Humboldt y Acción Médica Cristiana.
Fue en Ratai el único lugar de los visitados en el que se podía observar un destacamento de soldados nicaragüenses, para vigilar la frontera con Honduras, con el que Nicaragua se reparte las orillas del río Coco.

La ruta del desastre
El periplo comenzó en Ayapal, último punto accesible vía terrestre a unos 300 kilómetros al noroeste de Managua, a la sombra de Peñas Blancas, mole pétrea en la que nace el río Bocay, afluente del Coco, y concluyó en la ciudad de Waspan, a unos 600 kilómetros al noroeste de la capital nicaragüense.
Ayapal es una pequeña, hacinada y bulliciosa comunidad mayangna, con una función portuaria, a la que ya no llegan los servicios públicos de luz eléctrica, agua corriente o de comunicación telefónica, ausentes durante todo el viaje, y en la que sus habitantes comparten la vía pública con cerdos, gallinas, perros y alguna vaca.
El único guardabosques de la zona tiene a su cargo 9.900 kilómetros cuadrados de selva
Allí tiene su base el único guardabosques a sueldo del Gobierno nicaragüense en la zona, Henry Salomón Taylor, quien explica que tiene a su cargo 9.900 kilómetros cuadrados de selva, tarea que le resulta imposible cumplir.
"Además, yo no estoy armado, pero los mestizos que vienen ilegalmente a cortar árboles, a cazar o asentarse con ganado sí que lo están", añade.
El medio de transporte de partida en Ayapal fue una piragua de madera, de unos 18 metros de eslora, guiada desde la popa, al mando de un motor, por Horacio Llorente, alias "Pantera", y en la proa, para avisar de la mayor o menor profundidad del curso del río, por Calixto Hernández, ambos mayangnas.
"Pantera", que combatió como piloto de embarcaciones en los ríos Bocay y Coco y en ambos frentes durante la guerra civil en Nicaragua (1979-90), es considerado el mejor práctico fluvial de la zona.
Padre de 8 hijos "de la misma mujer", explica que "el río ya no es lo que era, por el daño que causó la guerra y por la llegada de colonos que se dedican a la tala indiscriminada de árboles, pero además es que ha cambiado el clima, ya no llueve como antes y cada vez hay menos caudal".
Calixto, padre de nueve hijos, dice que ya no puede depender de la agricultura de subsistencia característica de la zona, arroz y fríjol, "porque ahora no sé
Ahora no sé cuándo va a llover ni cuándo se puede plantar la semilla
cuándo va a llover ni cuándo se puede plantar la semilla".

Ayuda insuficiente
El Gobierno nicaragüense envía semillas de arroz y fríjol a todas estas comunidades, pero los cargamentos a menudo no atienden las necesidades de todas las familias del lugar.
La navegación por los ríos Bocay y Coco, por falta de lluvias, está interrumpida por bruscas pérdidas de la más mínima profundidad acuática o por elevaciones rocosas que originan raudales que obligan a la tripulación a evacuar la embarcación, carga incluida, para superar el obstáculo.
Estos ríos, contaminados por fertilizantes y pesticidas, son las únicas vías de que disponen las aproximadamente 36.000 familias que en diferentes comunidades se dispersan por las riveras de Bosawas para transportar mercancías o personas, incluidos los casos de urgencias médicas.
La única comunidad de la zona en la que existe un centro médico es Siksayari (banano largo, en miskitu), pero no tiene médicos ni enfermeros.
Además de los efectos del cambio climático, Bosawas aún se recupera de los devastadores daños ocasionados en 1998 por el huracán Mitch, y en los últimos años sufrió una de las mayores plagas de ratas conocida en el mundo.

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