Propósitos
Vamos a hacer los propósitos de año nuevo, vida nueva. Como hacemos cada año que empieza. Pongamos sobre la mesa las cosas que prometeremos en este comienzo de año, inflándonos como pavos, y que no vamos a cumplir, más que nada porque somos de naturaleza inconstante, y porque antes de llegar a los carnavales ya habremos olvidado.
Pero, hagámoslo, presumamos de formales, comprometámonos con nosotros mismos y con esta pelota (o planeta) azul suspendida en el espacio negro, aislada del resto del universo, perdida en la inmensidad del espacio.
Primer propósito. A partir de hoy, a separar las basuras. Cada desecho en su cubito, en su bolsa, para llevarlas por separado a los contenedores que están ahí, un poco más allá del portal, en la esquina. Vamos a hacer un pequeño esfuerzo por no tirar al contenedor verde los periódicos, los plásticos o los vidrios. Un sencillo paso ahorrará, a la larga, la tala de millones de árboles en el mundo, al extracción de miles de materias primas y la quema de toneladas de combustibles fósiles para su producción. Además, dejemos de tirar por el retrete el papel higiénico, usemos la papelera (¿Sabemos todos lo que es una papelera? ¿Quién ha sido el lumbrera que nos ha explicado que el papel se desintegra cuando desaparece por el retrete?)
Segundo propósito. Ahora que hemos descubierto que existe el transporte público, podremos dejar aparcado el coche si sólo vamos a recorrer un par de calles, ahorraremos en gasolina y en mala leche. No obstante, todos sabemos que este intento tendrá los días contados, porque el ser humano gusta de sufrir en la carretera y si no maldice cada día por la ventanilla tres o cuatro veces pierde el sueño y las ganas de vivir.
Tercer propósito. Desde enero de 2008 apagaremos la luz cuando salgamos de las habitaciones, en invierno bajaremos dos grados la calefacción (el que la use), y en verano subiremos uno el aire acondicionado. No dejaremos la plancha enchufada mientras nos tomamos un cortado en la cocina y, ¡por Dios!, no pondremos la secadora aquellos días en los que las piedras se derriten del sol que luce en estas islas desafortunadas.
Cuarto propósito. Pensar en que con cada acción irrespetuosa con el medio ambiente podemos perjudicar a miles de personas y animales en otra parte del mundo, que con cada gesto irresponsable hacemos este planeta un erial insufrible, donde, sin remedio, tendrán que malvivir nuestros hijos.
Quinto propósito. Dejar de ser absolutamente necios. Se que costará, sobre todo este último. Pero la intención es buena. A ver cuánto duramos.
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