24 marzo, 2008

China, maratón y aire


Haile Gebreselassie no correrá la maratón en Pekín, porque asegura que la contaminación de la ciudad china puede afectar seriamente a sus pulmones. Muchos han dicho que Gebre busca excusas al final de su carrera y que ésta es una salida diplomática a un quiero y no puedo. Esos muchos no ven más allá de sus narices. El propio Comité Olímpico Internacional ha admitido que los niveles de polución pueden afectar a los deportistas que practiquen mountain bike, ciclismo, maratón, natación en aguas abiertas, triatlón y marcha.

La cercanía del desierto, y las constantes tormentas de arena que azotan la ciudad se mezclan con innumerables fábricas que aún usan carbón y el creciente número de vehículos a motor que transitan cada día por la ciudad.


Que el corredor etíope no esté a la altura de un nuevo maratón olímpico es una cuestión que no podemos ni afirmar ni negar (sí que correrá los 10.000); mas esa excusa de no correr esos 42 kilómetros por las calles pequinesas nos parece, no sólo loable, sino totalmente coherente con lo que debería ser el espíritu olímpico: a nadie se le ocurriría disputar una final de baloncesto en el interior de una discoteca en la que se permitiera fumar, por ejemplo. Por ello, los que verdaderamente sí que han metido la pata, y hasta la rodilla, han sido los del Comité Olímpico Internacional, asignando la celebración de unos Juegos a un país situado en el segundo lugar de la lista de los que más contaminan en el mundo, sólo por detrás de EE.UU. A todo esto, además, hay que añadir los manejos chinos -no demasiado limpios- en el Tibet, lo cual pondría una medallita más en el pecho del COI, que, por lo que parece, comulga con las ruedas de molino que le ofrece el Gobierno de Pekín.

Gebre, con su decisión de no correr la maratón en estos juegos, se ha erigido como un defensor a ultranza del medio ambiente, y su ejemplo lo deberían tomar otros deportistas. La polución en Pekín es tan alarmante que difícilmente se podrá ofrecer unos juegos a la altura de las circunstancias. Los únicos que pueden evidenciar este atentado ecológico son los participantes en los Juegos, y tienen una ocasión magnífica para hacerlo.

El Gobierno chino, por su parte, ha anunciado que cerrará fábricas y aumentará los controles mientras duren las olimpiadas. La pregunta es: ¿sólo mientras duren los juegos? ¿Y por qué no aumentar los controles de manera habitual y ordinaria, cumplir con Kyoto, y trabajar, como ya lo hacen muchos países, para tener un planeta más vivible? La actitud contaminante de China es muy negativa para la mejora del efecto invernadero, por ello occidente debería ser, como ha sido ya Gebreselassie, intolerante y castigar su insolidaridad con el planeta.

10 marzo, 2008

Actuar sin miramientos

En un lugar como Canarias, en el que la principal industria es el turismo, los gobernantes de turno deberían tener, como prioridad, el control medioambiental a las empresas relacionadas con la hostelería, por donde pasan, consumen, generan basura, miles de personas al año. Y si por casualidad éste ya existiera, tendría que ser reforzado duramente. Sin miramientos. Los hoteles, sobre todo, son establecimientos en los que día tras día se consumen cantidades ingentes de energía, de agua, se vierten residuos de manera indiscriminada y se actúa de forma irresponsable con la naturaleza y el entorno.

Todo ello pese a que en muchos establecimientos existen unos ‘pequeños’ cartelitos en los que se conmina al huésped a ser respetuoso con el consumo de agua y con el uso de sus toallas. Habría que analizar si es verdad que los turistas, advertidos por esos minúsculos afiches son consecuentes con lo que en ellos se avisa.

Pero vamos a ser más concretos. Hace poco tuve que pasar una noche en un hotel de San Sebastián de La Gomera. El clima en la capital de la isla era estupendo. El atardecer se mostraba apacible y abrí el gran ventanal de mi habitación, que daba a un espléndido jardín público. Pasados algunos minutos advertí que la pieza se había llenado de molestos mosquitos. Me vi obligado a cerrar la ventana. A medida que entraba la noche, el calor aumentó considerablemente y tuve que conectar el aire acondicionado.

Me pregunto si la simple instalación de ventanas mosquiteras, que permitieran el paso del aire y no de los insectos, no reduciría el gasto de energía que conlleva ocho o diez horas seguidas de refrigeración artificial. Pero la pregunta que más me inquieta es la relacionada con la conciencia medioambiental de los administradores de esa instalación, ¿serán conscientes del atentado ecológico que supone tener encendido el aire acondicionado, cuando realmente no se necesita, en muchas habitaciones al mismo tiempo?

Algunos problemas son sencillos de resolver si se pone la intención. Pero es mucho más sencillo pulsar un botón para ofrecer comodidad. En Canarias, más que en cualquier otro lado (dependemos un 99% de combustibles fósiles) estas irresponsabilidades energéticas deberían castigarse duramente.

La solución no pasa por poner más fuentes de creación de energía, ni más torres, ni más cables, ni dar más suministro a las zonas turísticas, sino por potenciar la educación ambiental y la eficiencia energética (incluyendo en estos programas a los turistas, pero también a los empresarios, arquitectos, etc). El que no aprenda, o el que no sea eficiente en su gestión, deberá pagar. Sin miramientos. Si no, no habrá manera.